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CPP Capítulo inédito

14 de Septiembre del 2012 0 comentarios

CANCIONES PARA PAULA

©Francisco de Paula Fernández (Todos los derechos reservados)

Capítulo 312

Un día de marzo en un lugar de la ciudad.

Su reloj marca las seis en punto. Sentada en una mesa que se esconde en el fondo del Manhattan, Paula mira ansiosa hacia la puerta. Ni siquiera oye la preciosa voz de Hillary Scott interpretando “Need you now”.

- ¿Nerviosa? – no hay respuesta-. Nerviosa no sé si estarás, pero distraída...

Ahora sí le escucha.
La voz proviene desde la barra. La chica se gira y contempla a un treinteañero que juguetea con la pantalla de un pequeño ordenador portátil. No ha cambiado mucho desde el día en el que lo conoció. Álex se conserva perfectamente. Y ella sigue enamorada de él, de esa sonrisa maravillosa.

- Perdona, cariño. ¿Qué decías?
- Qué si estás nerviosa.
- Un poco. Hace mucho que no las veo.
- Te comprendo. Es normal que estés nerviosa – y sonríe divertido.
- Es que... no me lo creo... De nuevo las cuatro juntas. ¡Las cuatro Sugus!
- Esas chicas que van vestidas de diferentes colores y a veces cuesta tragar.
- ¡Exacto! – exclama Paula efusiva-. Jo, las echo de menos.
- A Cris no la ves desde la boda de Diana y Mario, ¿no?
- Sí. De eso hace ya cuatro años – comenta resoplando-. Y a las cuñadas desde hace dos Navidades.
- Como pasa el tiempo...

Muy deprisa. Y sin darse cuenta. Parece que fue ayer cuando se vieron por primera vez en aquel Starbucks, mientras leía “Perdona si te llamo amor”. Él no era su cita. Sin embargo, terminó convirtiéndose en su pareja.
Por fin, la puerta del biblio-café se abre. Dos jóvenes entran en el establecimiento. La más alta delante. Miriam lleva una bonita chaqueta negra desabrochada que deja al descubierto un vestido ajustado blanco. Luce tipazo. Diana se ha puesto tacones. Es una ocasión especial. Aunque ella ahora prefiere las zapatillas de andar por casa.
Paula acude veloz a su encuentro.

- ¡Felicidades! – gritan al unísono las recién llegadas. Y abrazan efusivamente a su amiga.

Los besos y las carantoñas se reparten. Y a la cumpleañera le caen los correspondientes tirones de oreja equivalentes a su edad: veintiocho.

- Pero... dejad que os mire – dice Paula, con lágrimas en los ojos-. Estáis estupendas.
- ¡Y tú, Sugus de piña! – vocifera Diana, también emocionada.

La chica que mantiene el pendiente en su nariz vuelve a abrazar a su amiga. Miriam las observa sonriente.

- ¿Cómo están los pequeños? – le pregunta Paula cuando se separan.
- Enormes. Y muy guerreros. Me vuelven loca... Pero tienen un padrazo que hoy se va a encargar de todo.
- Pobre Mario – susurra, Miriam.
- ¿Cómo que pobre? ¡Pobre yo, que los he parido! ¡Y a los dos el mismo día!
- Sigues siendo la misma quejica de siempre.
- Mira, cuñada que la tenemos. Que la...

Pero la mayor de la Sugus no deja que continúe hablando y le da un abrazo. Diana suspira y se deja llevar dándole toquecitos en su espalda. Sonríen. Ese tipo de riñas es habitual entre las dos. Su relación sube y baja dependiendo de la época. Aunque desde que nacieron los gemelos, las cosas han mejorado mucho. Miriam le ha echado una mano y ha sido fundamental en el cuidado de Iker y Fernando.

- ¿Qué tal estáis chicas?

Álex se acerca a las tres amigas, haciendo aspavientos con las manos. También se alegra de verlas. Ellas son las protagonistas de las novelas que tanto éxito siguen teniendo, especialmente, entre adolescentes.

- ¡Ey! ¡A mí no me dirijas la palabra¡ ¡Asesino!
- ¿Todavía me guardas rencor?
- ¡Por supuesto! ¿Cómo se me va a olvidar que me mataste?
- Tenía que darle cierto dramatismo a la historia.
- ¡Pues haberte cargado a otra!

Una mueca de fastidio, pero finalmente, Miriam le regala un abrazo al chico de la sonrisa perfecta y dos besos sonoros. Luego, éste besa a Diana e invita a las tres a que se sienten en la mesa en la que antes estaba Paula.

- ¿Qué os pongo?

Cafés. Cortado para Paula, con leche para Miriam y Diana. Ésta también pregunta por si le queda algo de bollería. Álex le guiña un ojo y poco después regresa con una palmera de chocolate.

- ¡Es que no he merendado nada! – exclama la joven, ante la sonrisa de sus amigas mientras mastica golosa.

Aquella mamá de gemelos, que da clases de mateméticas junto a su marido en un instituto de la ciudad, es un fiel ejemplo de que todos los problemas tienen solución. Incluso, algunos tan graves como los que ella tuvo cuando era una adolescente que no se quería a sí misma. Ahora no solo come lo que quiere sin importarle el peso, sino que presume ante sus alumnos de ser una de las protagonistas de uno de los libros más vendidos en los últimos tiempos.

- ¿Y Cris? – pregunta, Paula fijando su mirada otra vez en la puerta.
- Me ha mandado un mensaje hace un rato diciendo que llegaría un poco más tarde – contesta la sugus de manzana, relamiendo el chocolate de la comisura de sus labios.
- No sé nada de ella desde hace bastante. Como no le gustan nada ni las redes sociales ni el Whatsapp...
- Cris es así.
- Me dio mucha pena cuando me enteré que lo dejó con Alan – reconoce Paula.
- Sí, en mi boda se les veía bien. Muy unidos.
- Pues por lo visto no lo estaban tanto – indica Miriam dando un sorbo al café que le ha servido Álex-. Está viviendo otra vez en España.
- Eso sí lo sabía. Que después de cortar con él se marchó de París.
- Qué lástima.

Las tres amigas se quedan un instante en silencio. Tras el accidente de coche que tuvieron hace más de nueve años, las chicas volvieron a unirse mucho. Y Cris y Miriam hicieron las paces. Cada vez que visitaba a Alan, pasaba por la habitación en la que se recuperaba su amiga. Aclararon todo y las dos se pidieron disculpas sinceras por todo lo que había sucedido con Armando del que ya nunca más supieron nada.

- ¿Y qué se siente al ser tan famosa?

La pregunta de Diana sorprende a Paula, que tose atragantándose.

- ¡No soy famosa!
- Claro, claro – comenta Miriam, retocándose el pelo-. Por eso continuamente te veo en la tele.
- ¡Porque soy periodista!
- Una periodista famosa.
- No solo eres la novia de un escritor famoso, sino que además, participas en un programa de música que ven tres millones de personas.

La chica cabecea avergonzada. Se ha puesto un poco colorada. A pesar de que le gusta lo que hace, le apasiona, le da un poco de vergüenza que la reconozcan por la calle. Antes, era la pareja de Alejandro Oyola, el escritor de best sellers. Ahora es Paula G., una de las presentadoras de Saturday Night Music en la MTV. Después de muchas prácticas en televisiones pequeñas, haciendo informativos, cubriendo noticias de todo tipo y trabajando mil horas por ridículas cantidades de dinero, por fin, le llegó su oportunidad. Nada menos que en la MTV, donde se ha hecho un hueco.
Y todo gracias a Ángel y Sandra que la pusieron en contacto con uno de los productores de la cadena. Tanto tiempo haciendo de niñera de Lucía ha servido para algo. Aunque, en realidad, le sigue teniendo un gran aprecio a su ex y su fantástica esposa.
En ese momento, se abre de nuevo la puerta del Manhattan. Una joven rubia con el pelo corto y el flequillo en forma de cortinilla entra taconeando. Está sonriente y lleva una bolsa de plástico en una mano.

- ¡Cris! – gritan las tres, casi al mismo tiempo.

Pero es Paula la que se pone de pie y recibe a su amiga con un gran achuchón. Besos y más besos.

- ¡Muchas felicidades, cumpleañera! ¡Qué contenta estoy de volver a verte!
- Yo también estoy muy feliz de que hayas venido.
- Y a nosotras que nos parta un rayo, ¿no?
- Tú no cambias, Diana. Siempre serás la misma.

Y con una gran sonrisa, abraza a las otras dos Sugus. Por un momento, retroceden a su adolescencia. Aquellos días en los que las preocupaciones eran otras. Distintas, menores, aunque existía un mundo detrás de ellas. Días en los que pasaban horas y horas hablando de lo que sucedería cuando fuesen mayores. El futuro llegó y sus vidas son totalmente diferentes a lo que habían imaginado. O casi.

- Estás muy guapa, Cris – apunta, Miriam, tomando de nuevo asiento-. Me gusta como te queda ese peinado.
- Gracias, me dejé el pelo largo otra vez, pero necesitaba volver a mi estilo. Así estoy más cómoda.
- Estás preciosa, pequeña.

Su sonrisa es indicadora de que las cosas no le van mal. Las tres se mueren por preguntarle si está saliendo con alguien, pero ha pasado mucho tiempo y la confianza no está al cien por cien en los primeros minutos de contacto.

- Ah. Toma – dice la recién llegada, entregándole a Paula la bolsa de plástico con la que se ha presentado-. De parte de las tres.
- Es que como trabaja en el Corte Inglés le venía mejor a ella comprarlo – comenta Diana.

Paula saca un paquete pequeño envuelto en papel de regalo. Emocionada comienza a abrirlo con cuidado.

- No teníais por qué...
- Claro. No nos vemos en un montón de tiempo. Nos invitas a tu cumpleaños y no te vamos a regalar nada. ¡Venga, hombre!
- Sigues siendo la misma, Diana.
- Déjame, para un día que estoy tranquila sin niños y sin marido... aunque eso de llevar tacones lo llevo fatal. ¡Y ya verás cuando me tome una copa!

Todas ríen mientras Paula sigue abriendo el regalo. Y por fin...

- ¡Oh, muchas gracias, chicas! – grita emocionada.

Es un marco digital. El borde está pintado de azul y la foto de presentación es una de las cuatro Sugus juntas cuando tenían dieciséis años.

- Dale al play.

La homenajeada hace caso a Cristina y pulsa un botón pequeño blanco. De repente, suena una canción: “I´m yours” de Jason Mraz. Un tema que les encantaba hace más de una década cuando quedaban las cuatro para escuchar música y compartir deseos y sueños.
Las fotos van pasando al ritmo de la melodía. Y los ojos de todas se van iluminando y enrojeciendo al mismo tiempo. Las imágenes, una a una, son comentadas, reídas, anheladas y crean dentro de ellas una nostalgia inigualable. Ahora son felices, han encauzado sus vidas, pero al ver las fotografías, echan de menos las aventuras de los años de contarse todo. De volar entre nubes imaginarias y compartir primeras experiencias.

- Traigo pañuelos.

Álex aparece de nuevo y, tras colocar unas cuantas servilletas de papel sobre la mesa, saluda a Cris, le da dos besos y le pregunta si quiere tomar algo. También café con leche.

- Gracias, amor – dice Paula, alcanzando una de las servilletas y limpiándose los ojos con ella.
- No podemos estar tanto tiempo sin vernos – apunta Diana-. Os echo de menos.
- Tú lo que quieres es que te cuidemos a los gemelos de vez en cuando – bromea Miriam-. Y que te quitemos de en medio a mi hermano un rato.
- El día que tú te eches un novio formal y que sea tan bueno como tu hermano, hablamos.
- ¡No quiero un profesor de instituto de novio como Mario! ¡Si cuando me llama por teléfono parece que me esté explicando un teorema de Pitágoras!
- ¡A mí me pone eso!
- ¡Por eso es tu marido y, afortunadamente, solo mi hermano!

Las cuatro vuelven a reír. Hasta que suena un móvil. Es el de Cristina. La chica pide disculpas y se levanta. En una esquina del Manhattan habla por el aparato entre sonrisas y susurros. Sus tres amigas, la observan atentas y especulan sobre el autor de la llamada. Un par de minutos más tarde, la Sugus de limón regresa a la mesa.

- ¿Qué? – pregunta, cuando se da cuenta de que todas las miradas están centradas en ella.
- Vamos, Cris. ¿Quién es el afortunado? – quiere saber Diana, inclinándose y apoyando los codos en la mesa.
- ¿Afortunado?
- Sí, el chico con quien has estado hablando por teléfono. ¿Es tu novio? ¿Un rollo? ¿Tu prometido?
- ¡Ah! ¡Qué cotillas!

Miriam y Paula también adoptan la misma postura que Diana entorno a Cris. Quieren saber.

- Lo somos. ¿Quién es? ¿Tiene un buen curro? ¿Cómo se llama?
- Alan.

Casi se caen de la silla cuando escuchan el nombre del francés.

- ¡Alan! ¿El mismo Alan?
- Sí, Diana. El mismo.

Cris comienza a contar su historia ante el asombro de sus tres amigas. Tras romper la relación, pasaron un par de años sin que uno tuviera noticias del otro. Ella regresó a España y él continuó viviendo en París. Pero hace un par de meses, el joven se presentó en su casa, de improviso. Había viajado desde Francia para arreglar unos papeles de un hotel que quería abrir en la ciudad. Y le apetecía volver a ver a su ex. Aunque cortaron, no habían quedado mal. Tampoco como amigos, simplemente, lo suyo se terminó por desgaste de la relación. Esa tarde tomaron un café. Por la noche, cenaron. Una copa en la madrugada. Y desayuno en la cama.

- ¡Alucinante! Entonces, ¿habéis vuelto?
- Lo estamos intentando. Él sigue viviendo en París y yo aquí. Veremos que pasa en los próximos meses.
- Pareces enamorada – señala Paula, con una sonrisa.
- Bueno... es el amor de mi vida. Quizá.

Diana entonces se levanta impetuosa  y con la taza en la mano le pide a las otras tres que la imiten. El resto obedece.

- Brindo porque estas reuniones a partir de ahora no sean cada varios años, sino que por lo menos nos veamos cada seis meses. Y ya que Cris, se va a ir pronto a vivir a París otra vez, propongo que... ¡nos invite a todas a ir!
- Qué morro tienes, cuñada.
- Bueno, un poco. Pero había que intentarlo. Da lo mismo. Donde sea, espero que pronto nos volvamos a ver y esta noche... ¡Fiesta! ¡Uno para todas...!

“... ¡O mejor uno para cada una!”. Y las tazas chocan en el aire salpicando gotitas de café sobre la mesa.

- ¡Sois unos escandalosas! ¡Estáis muy mayores por no llamaros directamente viejas!

Las cuatro miran a una jovencita que acaba de entrar en el Manhattan y se ha sentado en uno de los taburetes. Lleva una sugerente minifalda, botas altas y una camiseta bastante escotada. En cierta manera, les recuerda a alguien.
Caminando insinuante, se acerca hasta la mesa de las Sugus y le da dos besos a Paula.

- Felicidades, hermana.
- Gracias, pequeña.

Erica coge una silla, le da la vuelta y se sienta en ella, descaradamente. Las chicas la miran incrédulas.

- ¿Tú eres la enana aquella que me llamaba la bruja del piercing?
- No me acuerdo de eso. Pero imagino que sí, Diana. Mira que te odiaba...
- Niños...

Álex se aproxima otra vez a la mesa, le pone una Coca Cola Light a Erica y se sienta con ellas.

- Bueno, ¿de qué estabais hablando?
- De lo mayor que se ha hecho tu cuñada – comenta Miriam-. Quien sabe, a lo mejor algún día escribes un libro sobre ella como lo hiciste con Paula y nosotras.

El escritor observa a su novia, luego a la chica. Se parecen muchísimo. Prácticamente son dos gotas de agua. Un libro sobre Erica... podría ser. Sí, quién sabe. Quién sabe...

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